sábado, octubre 08, 2005

Diario de un Libertino, de Rubem Fonseca

Existe un tema que corre como un rio subterraneo en este libro, bajo la superficie entretenida y simple. El autor juzgado por sus libros, el poeta juzgado por su canto.

Esperamos que el autor responda por sus palabras que de una u otra forma son actos. De esa manera, idealmente esperamos, que el autor no nos decepcione ante lo grandioso de su obra. Pero, ¿es necesaria esta consumación entre autor y obra? A mi juicio sí. Más que necesaria, marca, da cuenta, responde de un autor inolvidable.

Y en caso contrario, cuando no es así, creo que lo que sucede es que la obra crea finalmente a otro autor, un personaje que nos supera o se instala inferior a nuestras posibilidades. Finalmente cada lector invoca a su autor echo a la imagen y semejanza de lo individualmente comprendido (más el entorno propio.


Creamos al autor cuando creamos cada nueva obra. Creamos al pájaro cuando escuchamos su canto.

sábado, septiembre 10, 2005

La Vida de mi Padre, de Raymond Carver

Seduce la simpleza de la narración. Recién (año 2005) lo descubrí entre los escritores "influencia" de la ganadora del premio novela de revista de libros 2005, Patricia Poblete, y no me sorprende en absoluto. La capacidad de crear un mundo cercano al lector, en el que sin grandes quiebres y más bien con los mismos elementos cotidianos de análisis presentes en toda la narración, logra emocionar y crear sensaciones profundas, hacen de Carver una presencia a considerar.

Tres aspectos sobretodo. 1.- La influencia del entorno del escritor en su escritura. 2.- La capacidad de lograr ser escritor en medio de la velocidad de este mundo moderno. 3.- La zona oscura presente en cada narración. Eso que el mismo escritor desconoce al comenzar su libro.

Veamos...

1.- La influencia del entorno del escritor en su escritura.

¿Es posible que su misma vida sea la principal influencia en un escritor? ¿Y no los libros y autores que llenan su cabeza? Algún Borges no habría estado de acuerdo, pero me parece lógico que el mundo que uno va construyendo sea en definitiva lo que marca el pulso de la propia escritura. Y más aún en los poetas. Primero vivir y luego, más tarde, extraer lentamente el vino de los días vividos para crear un licor que seduzca al paladar.

2.- La capacidad de lograr ser escritor en medio de la velocidad de este mundo moderno.

La pugna entre sobrevivir y escribir, entre lo terrenal y lo espiritual es un continuo necesario que actua como un filtro. Pero siempre el final pasa por conceptos parecidos o aparecidos finalmente en algún momento de la vida: el maestro, la oportunidad tomada, la insistencia obseca, la disciplina. El mito del escritor que no lucha contra la sobrevivencia cotidiana se parece a otros mitos de nuestros tiempos. Algunos simples y cercanos: es fácil ser músico famoso, sólo se necesita buena voz; es fácil vivir con una sola persona, sólo hay que estar enamorado; es fácil ser empresario independiente, sólo es necesario empuje. Y la verdad es que sólo vemos a aquellos que lo han logrado cuando afirmamos lo anterior, pero no se ven los muertos en el camino, los que han caído en el esfuerzo.

Sin embargo, tampoco se trata de negar el sueño, de hacer la vista al lado cuando lo vemos coquetearnos descaradamente. "La moza está desnuda en la ventana, soy yo quien no la mira. Y todo está llorando por verla o por asirla." Armando Uribe. El intento es vida. Me parece sano que lo cabalgemos como corresponde hasta cruzar el bosque de las incertidumbres. Después de todo, no podemos vivir sin siquiera una vez apostar todo a una buena mano. Y sabemos que tarde o temprano debemos iniciar el camino hacia el sueño.

3.- La zona oscura presente en cada narración. Eso que el mismo escritor desconoce al comenzar su libro.

Cita a Flannery O'Connor y el ensayo Escribir Cuentos (habría que buscarlo) para apoyar la tesis acerca de la escritura como un acto de descubrimiento. ¿La hoja en blanco va motivando al escritor a transgredirla o alguien dicta en el oído el cuento que desconocemos? ¿Meros transcritores que damos lógica a un dictamen de otro mundo? ¿Traductores de impulsos que nos llegan por misteriosos canales? ¿La mente toma a una velocidad desconocida actos de la bodega de nuestros recuerdos entremezclada y caótica y esto se suma a nuestra imaginación todopoderosa?

Creo que hay otro tema en esto. Desconocemos las redes que nuestra mente puede conformar, manejar, entender y dominar. Sabemos que todo está bien, que los actos se entrelazan adecuadamente y por eso damos rienda suelta a un personaje miestras dejamos vivir a otros alejados del relato. Algo nos dice que todo va bien y así es. ¿Cuanto manejamos, entendemos, dominamos de lo que nos rodea sin saberlo?

martes, agosto 09, 2005

Mientras no tengamos rostro, de C.S. Lewis

Esta en juego, más que lo que hoy somos, lo que debemos llegar a ser. Nuestro todo nos definirá y seremos (y somos) ese resultado final. Nuestra suma es más que las partes y las define. Ese todo es nuestro rostro.

C.S. Lewis logra transmitir una de las más grandes inquietudes del individuo al pararse en este mundo: ¿quién soy? Y en su respuesta logra separar (como si se tratara de distintas semillas) elementos que consideramos unidos a nuestra esencia como el tiempo, la belleza, el conocimiento (o la certeza de nuestras decisiones).

Y distingue una meta, un propósito: Istra. Ella, más bonita que Andrómeda, más bonita que Helena, más bonita que la misma Afrodita. Istra crea belleza a su alrededor. "Ella se ajusta a la naturaleza. Es lo que cualquier mujer - cualquier cosa incluso - debía haber sido y estaba destinada a ser sino se hubiese perdido en el camino por algún designio del azar".

Así las cosas, cual de nuestras partes se sentará con los dioses a analizar el recorrido. Lo claro es que nadie antes de tiempo.

"Comprendí muy bien por qué los dioses no nos hablan abiertamente ni nos dejan responder. Mientras esas palabras no puedan sernos arrancadas, ¿por qué iban a prestar oídos a la cháchara que creemos querer decir? ¿Cómo van a mostrarse ante nosotros cara a cara mientras no tengamos rostro?".

sábado, agosto 06, 2005

País de nieve, de Yasunari Kawabata.

Se puede recordar el amor Komako. Esa manera misteriosa de sentir nostalgia aún estando en presencia del objeto que la motiva. Se lleva en la memoria corporal esa sensación como un escalofrio o una inquietud que se parece al hambre.
No se siente el frio de la nieve, pero se respira un tipo de amor que hasta hoy no creía se podía reproducir en palabras.
Yoko no persuade, no seduce. sirve al objetivo sin embargo. Es presencia que recuerda la incomodidad, el descontento, el vacio.
País de nieve es esa manera de amar sin entregar la vida para demostrarlo. Y no se trata de no morir por el otro, sino de no vivir otra vida porque la ofrecemos al otro, porque le entregamos al otro nuestros días. Esa manera de amar, aunque debe doler adentro en todo momento, se siente indiscutiblemente más pura.

Bien por las incógnitas.

"Y entonces seguirá nevando hasta cubrir aquellos faroles. Yo caminaré pensando en ti y no tendré siquiera de dónde colgarme".

Otros comentarios