domingo, agosto 31, 2014

Hambres, de María Jesús Camus

Presentación del libro en Octubre de 2013.

Me encontré, en medio de la lectura, con un libro de poemas de un amor furioso, con todo lo que trae el amor desmedido, arrebatado; con nostalgia, con un hambre extraña impregnada en cada verso; que es la carencia, el ansia de llenar, de satisfacerse. Toda nuestra hambre en el papel. Aquella que nos hace perder el temor a ser devorados, por devorar. Aquella que nos asemeja a todo lo existente.

"No soy más que mis hambres" dice María Jesús Camus. Y es que ellas nos definen. Son nuestro fin último, pero también nuestro principio. Porque somos lo que comemos, nuestra caza; y también somos lo que deseamos comer, lo que anhelamos.

Paul Valéry le otorga, en un artículo escrito a propósito de una disertación sobre su libro “El Cementerio Marino” y en relación al proceso de construcción de lo poético, un carácter divino al considerar el tiempo de creación de un poema, a toda esa reflexión eterna y centrada en el poema. Este libro esta lleno de reflexiones, de intentos por entender, de preguntas ante el asombro. Es como si la autora continuara preguntándose y transmitiera sus preguntas al lector como en una posta infinita. Me parece que las reflexiones dan vida a Hambres y lo sitúan como un primer libro potente.

Y en esto hay una búsqueda permanente por entender la realidad, captarla y aprenderla y a la vez juzgarla por su inaccesibilidad. Saber a ciencia cierta lo que es eso que algunos han llamado: la dura luz blanca. La realidad, lo verdadero.

También en estos poemas veo fondos (casi siempre preguntas) y formas (múltiples ritmos) que son intentos de ir cada vez más allá, de probar hasta donde se puede estirar, hasta donde podemos avanzar con el lenguaje.

Y todo cruzado por poemas de un amor a veces desgarrador. Cito:

El mundo te envidia
Porque te nombro antes que a él
Porque te enuncio sin paisajes
Y te invoco sin vestidos.
Porque prescindiendo de la noche, podrías ser la luna.
Porque sin lienzo ni pinceles, eres el alimento de los pájaros.

La autora lo confiesa. dice: Pues vive en mí una perversa pulsión romántica.
La búsqueda de la verdad. El lenguaje y su relación con el lenguaje. Formas diferentes interpelando al lector. Profundidades inabarcables, inaccesibles. Llamados inentendibles. Maldiciones, Adoraciones. Todo cabalgando. Lo eterno. La imagen perpetua. La muerte que habla de la vida. Y la pena. Y lo inexplicable. Y el dolor. Cito:

Mamá
Me voy a morir, mamá
Ya siento cómo muero
Se me mueren los dientes, mamá.

La mezcla de tanto amor y tanto dolor me sobrecoge. Hay ahí algo que define este libro y que corre por sus venas.

Pero también finalmente hay salvación y liberación, planteada como la posibilidad del regreso a la naturaleza, como la posibilidad de pasar más allá, de transgredir, de volver a lo natural. De “hundirse en la roca”. “Padres, Madres: Dejad que me enrede en los juncos del lago”, pide la autora. Y es que nuestra hambre es la que, como asegura un verso del libro "nos hermana con la creación". Son todas nuestras hambres una. Hay en estos poemas un llamado muy silencioso a la unidad. Quizá sea esa entrada en lo general lo que nos salvaría. El hundirnos y bañarnos en lo general; alejándonos del individualismo que nos mantiene en un estado de dolor y pena.

Cuando terminé Hambres, inmediatamente pensé y me puse a tratar de imaginar a grandes poetas chilenas con sus primeros libros en la mano. Pensé en Stella Díaz Varín, en Gabriela, en Teresa Calderón, en Alejandra del Rio, en Lila Díaz Calderón, en Camina Fadda; en toda las poetas de Chile el día en que se pasearon una mañana cualquiera, llena de sol, por la calle, con su primer libro en la mano. La magia del primer libro. Toda la pureza y la energía feroz en esas hojas, previas a la racionalidad excesiva y a las reglas y límites que nos van colocando los años y el intento. Es por esto que agradezco la posibilidad de sentir estos poemas que tienen esa energía inicial, ese aliento, ese sabor a principio que les da una fuerza única y reveladora. Porque se agradecen los poemas que en este libro, Hambres, se quedan adentro de uno, citando un verso de la autora, ¡tiritando de belleza!

Cauce, de Camila Fadda

Presentación del libro:
Aquello que desborda el pequeño continente.


En Cauce de Camila Fadda hay poemas que logran contener “ese instante de primera vez” con el cual definía Eduardo Anguita lo que para él debía registrar la poesía. Hay en ellos un lenguaje profundo, con palabras exactas, seleccionadas, claramente, como parte de un exigente proceso purificador; como si fueran joyas formadas a presión y a temperaturas extremas, lo que les habría permitido encontrar su claridad y el convertirse, como diamantes, en minerales inmutables; en versos inalterables.

Y ese largo proceso, realizado "a destiempo con lo urgente", como apunta Camila en uno de sus poemas, termina aquí, con este libro.

Este camino que ha recorrido Camila en la creación de su libro me recuerda cuando Paul Valéry, confiesa, en un artículo escrito a propósito de una disertación sobre su libro “El Cementerio Marino” y en relación al proceso de construcción de lo poético, que lo creó bajo el antiguo punto de vista de elaborarlo y reelaborarlo durante años. Se pregunta en este escrito “si aún continúa la moda de elaborar largamente los poemas, de mantenerlos entre el ser y el no ser, suspendidos ante el deseo durante años, de cultivar la duda, el crepúsculo y los arrepentimientos, de tal modo que una obra, siempre reexaminada y refundida, adquiera poco a poco la importancia secreta de una empresa de reforma de uno mismo”. Y le otorga un carácter divino a este considerar el tiempo; a lo que el llama una “ética de la forma”, en donde una obra nunca termina, sino que tan sólo y finalmente es abandonada al público, en “una especie de accidente comparable a la ruptura de una reflexión”.

Cuando yo conocí a Camila ella estaba aún en medio de esta reflexión exquisita y creadora y tormentosa también. Y entonces me es fácil suponer que lo refinado de los versos de Cauce se debe sin duda a ese afán paciente, a su recorrido escondido de espacios de ruido poético e incluso de vida “cotidiana”. A ese mirarse y pensarse en silencio en sus espacios sagrados. Imagino a Camila ahí, en su jardín, protegida, elaborando y reelaborando un reflexión que la define y a la vez la impersonaliza. Y aquí cito a T.S. Eliot porque Cauce me recuerda cuando él afirma que “la poesía no consiste en dar rienda suelta a las emociones sino en huir de la emoción; no es un expresión de la personalidad sino una huida de la personalidad, pero naturalmente”, agrega, “solo quienes poseen personalidad y emociones saben lo que significa huir de ellas”. Yo estoy seguro que Camila lo sabe.

Es este el recorrido que yo veo en Cauce y el logro en mucho de sus poemas.

Quiero insistir un poco en este punto. T.S. Eliot más adelante en un texto posterior, añade la reflexión acerca de que existen dos tipos de esa impersonalidad que mencionó antes; una impersonalidad “que se logra con la madurez del oficio y una segunda que nace del expresar una verdad general, tomando como punto de partida una intensa experiencia personal”.

Es decir que el poeta, después de huir de su personalidad, vuelve en el poema a ella, pero a una expresión universal de ésta, fruto, me parece, de esa intensa experiencia personal que le permite este intento.

Y creo que aquí T.S. Eliot conversa con Valéry cuando el primero pone el énfasis en como la obra permite la “reforma de uno mismo” y el otro en como la madurez o una intensa experiencia personal se ve reflejada en la obra.

Cauce
es fruto de esta mutua modificación entre poeta y obra. Por eso además el nombre es adecuado, porque un cauce es sobretodo el registro de una interacción. El continente que define al contenido y que a su vez es definido por él. La tierra y el agua; en definitiva, el poeta y su obra. Ambos conduciéndose y transformándose.

T.S. Eliot me permite darle mayor fuerza a lo anterior cuando afirma también que “la experiencia de un poema es tanto la experiencia de un momento como la de una vida entera”.

Es por eso que en estos poemas de Cauce está la niña escribiendo escondida debajo de la cama, dejando versos en las tablas de su infancia, como me contó alguna vez que hizo Camila; como también hay parte de ese tesoro perdido, esa caja de escritos que dejó ir en un taxi por descuido hace tiempo y que supongo que aún extraña. Y también está la Camila madre, la Camila hermana, la Camila Hija. Además de, y la cito: “todo aquello que desborda el pequeño continente”. Y sus miles de momentos y estados que hoy cobran sentido cuando, como dice Borges, “esos muchos días pueden ser reducidos a uno, el momento en que un hombre averigua quién es, cuando se ve cara a cara consigo mismo”. Y ese es este día quizá, en que Camila presenta su libro de poesía y abandona las reflexiones que le permitieron crearlo y se define a través de la presentación de sus poemas.

Hay algo más que quiero decir respecto a Cauce y que tiene que ver con una particularidad de su intento.

Leí hace mucho que en Vallejo, por ejemplo "se revelan sus convicciones poéticas y vitales, justamente en sus contraposiciones entre la vida oficial y la real", y que se reconoce con fuerza esto en el poema intensidad y altura o en el poema un hombre pasa con un pan al hombro que cito:

Un hombre pasa con un pan al hombro.
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?
Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo.
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Es decir que el poeta escribe pasando de una realidad a otra más real aún y en la sorpresa de este juego se produciría el eje o instante poético. Y yo pienso que en Teillier también uno puede encontrar estas discrepancias o este moverse entre dos polos, pero esta vez entre lo general o universal y lo particular, por ejemplo en el gran poema Despedida.

Me despido de mi mano (particular)
que pudo mostrar el paso del rayo (general)
o la quietud de las piedras (particular)
bajo las nieves de antaño. (general)

Para que vuelvan a ser bosques y arenas (general)
me despido del papel blanco y de la tinta azul (particular)

Para Octavio Paz, citado en el epígrafe del libro, la poesía moderna es la conciencia de una disonancia dentro de la analogía. La modernidad se niega y se afirma. Todo en una gran y profunda contraposición.

Samuel Coleridge, poeta y uno de los más influyentes filósofos y críticos literarios ingleses del siglo XIX, es más claro aún cuando dice que “ese poder…se revela en el balance o reconciliación de cualidades contrarias o discordantes: de la uniformidad con la diferencia; de lo general con lo concreto, la idea con la imagen, lo individual con lo representativo…”.

Discrepancias, afinidades, desacuerdos, semejanzas. Para Mallarmé, por ejemplo, “el instante del poema es la intersección entre lo absoluto y lo relativo”.

Comento todo lo anterior para contarles que en Camila esta contraposición es sorprendente y paradójica, porque sus poemas dan cuenta del silencio, como, y la cito: "sombra que da cuenta de la luz". Y la poesía se produce fruto de esta contraposición delicada.

Voy más allá al decir que en el encuentro con la poesía actual espero que nos entregue lo que yo descubro en Cauce. Una poesía clara, que llega por la fuerza y la profundidad de las ideas, que expone una emoción elaborada, con una idea planteada en un solo hilo conductor. Un libro que transita en un tono, en poemas con un ritmo único, que no busca opacar el fondo, sino que acompañarlo y permitirle su elevación, su entendimiento y finalmente su empatía por parte del lector. Forma y fondo acompañando un decir armonioso. Y todo fruto de reflexiones reales y de un trabajo serio, meticuloso, que permite encontrar poemas que se alejan de esfuerzos en los que o falta emoción o sobran palabras o ideas dentro de un mismo poema. Múltiples intentos de la poesía chilena actual en donde el lector se pierde en la intención o en donde el lector no siente nada y no entiende nada.

Finalmente, les cuento que discutimos no hace mucho, con mi amigo el poeta Octavio Gallardo, aquí presente, acerca de si el libro de Camila tenía como temática principal o eje central el silencio y me atreví a asegurarle que el libro trataba más bien sobre las palabras y su capacidad de ser "cause de todo lo posible", que es justamente un verso de Camila. Pero ahora creo que Gallardo tenía razón (como muchas veces cuando reflexionamos sobre poesía). El libro de Camila es una alegoría y una celebración y un beso arrebatado al silencio.

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