sábado, octubre 20, 2007

Los Primeros Días, de Alfonso González Dagnino.

Uno se encuentra a veces con libros que toman un pedazo de tiempo y lo congelan. Fotos necesarias y no tan sólo de hechos sino de sensaciones. Pequeñas joyas encontradas en rincones. En este, que da cuenta de un escritor de excelente pluma, encuentro una postal que es un regalo para futuros lectores que quieran entender mucho del Chile del golpe militar.

El autor, destacado doctor, me parece que es claramente este libro, que a la vez no dudo autobiográfico. Está hasta el futuro, la comprensión de las consecuencias y el entendimiento de su ausencia en algún punto. Google me indica que lo que vino después fue aún más difícil de lo esperado.

Perdona que te lo diga -su voz se dulcificó-, pero personas como tú, en la clandestinidad, solo sirven para producir mártires; tu no te das cuenta pero es así.
- ¿Y para qué sirvo entonces? -murmuró con voz apenas audible Gormáz-.
- Para que escribas esto, para eso sirves.


Es un libro que debe ser reeditado.

viernes, octubre 19, 2007

La Ventana Siniestra, de Raymond Chandler

Genial. Se sabe perfectamente que se está leyendo al mejor. Y sin embargo, cuesta explicar el porque sientes que de ahí tuvo que partir toda novela negra. Los demás son imitaciones de esta estética única.

- No me pregunte cosas que no sé. No puedo responderle. Y no me pregunte cosas que sé, porque no le daré las respuestas. ¿Dónde ha estado usted durante toda su vida? Si un hombre que se dedica a mi trabajo recibe una misión, ¿les cuenta a todos los curiosos los detalles?.

Hay detrás una moral que cuesta enfocar. Se parece a esa moral de Puzo, que tarde o temprano llegamos a entender aunque sepamos que hay cosas que no están en su lugar.

Y los diálogos, las descripciones, el humor negro y provocador de Marlowe. Genial.

Amos de la Guerra 1939-1945. El corazón del conflicto, de Simón Bretón y Joanna Potts.

La lucha mental de cuatro hombres que, con distintos valores e intenciones, pareciera que inventan esta época violenta, oscura, aterradora; tratando unos, de preservar pasadas formas de dominación y otros, de imponer nuevas que realmente sólo son repeticiones.

Hitler va perdiendo la calma y se autodestruye cumpliendo con dictámenes autoimpuestos con anterioridad a la guerra. Se lo ve como soldado en la primera guerra. Se lo ve respetando al imperio británico. Se lo ve inmerso en si mismo sin respeto por nada. Y finalmente, aparece como uno de esos jugadores de ajedrez que se adelantan demasiado a las jugadas. Tanto, que cree haber ganado el partido muchas veces.

Stalin hace lo que quiere. En el libro pide y da y mata cuando quiere y todos giran en torno a sus impulsos. Miente y gana y se equivoca muchas veces. Su personalidad inquieta. Su fuerza es devastadora. Quedan ganas de adentrarse en esta personalidad abismante que ciertamente está viendo el tablero desde su lado de la mesa.

Churchill pareciera ser el que siempre pierde. Trata desesperadamente de mantener las cosas como están, ya que es quien ha sido dueño de gran parte del tablero hasta el momento. Es inquietante leerlo todo el libro intentando manejar las piezas y saber, al fin, que de maneras misteriosas sí lo logra.

Roosevelt desconcierta. Se mantiene como vecino distante pero entiende bien la oportunidad que todo esto representa. Y peca de altanería. Es el jugador que esconde bien los alfiles, que juega bien con los caballos. Pero no ve las torres ni entiende de dominar el centro del tablero.

El libro es genial en la manera de convertir el conflicto en una lucha de intenciones, de caracteres y hasta de extrañas inocencias culturales forjadas por maneras de entender, ver y querer reinventar la realidad.


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