Esta en juego, más que lo que hoy somos, lo que debemos llegar a ser. Nuestro todo nos definirá y seremos (y somos) ese resultado final. Nuestra suma es más que las partes y las define. Ese todo es nuestro rostro.
C.S. Lewis logra transmitir una de las más grandes inquietudes del individuo al pararse en este mundo: ¿quién soy? Y en su respuesta logra separar (como si se tratara de distintas semillas) elementos que consideramos unidos a nuestra esencia como el tiempo, la belleza, el conocimiento (o la certeza de nuestras decisiones).
Y distingue una meta, un propósito: Istra. Ella, más bonita que Andrómeda, más bonita que Helena, más bonita que la misma Afrodita. Istra crea belleza a su alrededor. "Ella se ajusta a la naturaleza. Es lo que cualquier mujer - cualquier cosa incluso - debía haber sido y estaba destinada a ser sino se hubiese perdido en el camino por algún designio del azar".
Así las cosas, cual de nuestras partes se sentará con los dioses a analizar el recorrido. Lo claro es que nadie antes de tiempo.
"Comprendí muy bien por qué los dioses no nos hablan abiertamente ni nos dejan responder. Mientras esas palabras no puedan sernos arrancadas, ¿por qué iban a prestar oídos a la cháchara que creemos querer decir? ¿Cómo van a mostrarse ante nosotros cara a cara mientras no tengamos rostro?".
martes, agosto 09, 2005
sábado, agosto 06, 2005
País de nieve, de Yasunari Kawabata.
Se puede recordar el amor Komako. Esa manera misteriosa de sentir nostalgia aún estando en presencia del objeto que la motiva. Se lleva en la memoria corporal esa sensación como un escalofrio o una inquietud que se parece al hambre.
No se siente el frio de la nieve, pero se respira un tipo de amor que hasta hoy no creía se podía reproducir en palabras.
Yoko no persuade, no seduce. sirve al objetivo sin embargo. Es presencia que recuerda la incomodidad, el descontento, el vacio.
País de nieve es esa manera de amar sin entregar la vida para demostrarlo. Y no se trata de no morir por el otro, sino de no vivir otra vida porque la ofrecemos al otro, porque le entregamos al otro nuestros días. Esa manera de amar, aunque debe doler adentro en todo momento, se siente indiscutiblemente más pura.
Bien por las incógnitas.
Bien por las incógnitas.
"Y entonces seguirá nevando hasta cubrir aquellos faroles. Yo caminaré pensando en ti y no tendré siquiera de dónde colgarme".
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