Presentación del libro en Mayo de 2012:
Este libro tiene adentro una canción.
Toda despedida es una muerte, un cambio de estado, un despojarse del otro; una renuncia. Un hombre detenido en medio de si mismo mientras una mujer se aleja para siempre. La mirada por el espejo retrovisor en la separación definitiva, lluviosa y amarga de Los Puentes de Madison. Scarlet O'Jara gritando deshecha en Lo que el viento se llevó mientras Red Buttler se aleja alto e insensible o la muerte en ¿Conoces a Joe Black? despidiéndose de los ojos perfectos de Claire Forlani.
¿Y entonces cómo podemos imaginarnos la despedida perfecta que Mili Rodriguez nos propone en este libro?
En las despedidas que conocemos siempre hay abandono, pérdida, vacío. Un acantilado que se forma de pronto entre dos seres. Una canción, quizá la canción más triste de Argentina repitiendo: "Algo se detuvo en punto muerto y fue tan grande ese silencio, fue tan grande el desamor. Restos de un navío que encallaba, yo te quise, yo te amaba. No se bien lo qué pasó. Cuando los jazmines no perfuman. Cuando sólo vemos bruma. Cuando el cuento terminó". Y entonces Vittorio Daneri, el protagonista argentino de este libro, en medio de un hotel y frente a un bar con espejos y copas brillando recordaría tal vez Los Mareados, insistiendo en que "cada cual tiene sus penas y nosotros las tenemos. Esta noche beberemos porque ya no volveremos a vernos más.
Reconocemos con facilidad despedidas llenas de dolor, muy pocas heroicas, otras violentas, pero estas despedidas perfectas de Mili Rodriguez no existían. Y sin embargo en su libro nos regala esta nueva noción, esta nueva forma de entenderlas. Este regalo, esta mirada, va más allá de las palabras; se trata de una propuesta respecto a la forma de enfrentar las relaciones, la vida, el amor. Porque este es un libro de amor. Un amor encerrado en una ciudad difícil, en un país que "comienza donde termina la lógica", con obstáculos metafísicos, con presagios. Un amor rodeado de impedimentos en donde hasta el clima parece ser una amenaza. Cito: "Guayaquil era un cielo bajo, una rápida planicie de nubes y ráfagas de agua. Vientos de 200 kilómetros por hora habían borrado las playas, luego vino el silencio, la noción de estar dentro de algo que no se puede nombrar".
En las Despedidas Perfectas, como en todo amor, hay un fantasma que ronda, que aparece de pronto: bella, muerta, pero siempre primera. Este libro es un edificio que adentro tiene una canción; en donde hay un paso a otro lado en alguna parte, metafísico, irreal, existente. Me imagino que es un acceso hacia un lugar en donde es posible todo aquello pendiente, todo el amor de los protagonistas y ellos mismos incluso. Porque los personajes de este libro son intensos, construidos con diálogos y frases perfectas y precisas, un acierto constante de boleros y Borges de por medio. Entonces me parece que Mili no intenta copiar la realidad al escribir, sino que hace de la hoja o de la literatura, de ese espacio, una realidad paralela, donde cabe esta forma de ser casi poética y heroica, esa mirada del mundo. Para mi gusto en estos párrafos hay un tremendismo genial, una tensión contenida en cada diálogo del libro que me recuerda el concepto asociado a algunas esculturas de Miguel Angel Bonnarotti: una terribilità; una fuerza interna que anima, en este caso, a las palabras. Es como si estuvieran esperando que algo pase después de ser leídas. Conservan los músculos en tensión, la mirada profunda.
Quizá por lo anterior yo he llegado a coleccionar frases de los libros de Mili Rodriguez. De “Amanece que no es poco” tomé como epígrafe para mi primer libro de poesía erótica, hace ya varios años la frase: "Esos no son polos apuestos bella, atinaba él, esos son polvos apuestos". Y de “La Teoría de la Superficie”, por ejemplo, tengo guardada entre otras esta increíble pregunta: “- ¿Oyes el tiempo? -preguntó por fin desarmado y triste-. Es como un zumbido que pasa.”
De “Las despedidas perfectas” (título copiado por cierto de la novela del mismo nombre escrita por uno de sus propios personajes) me quedo con varias, pero les comparto esta: "Pensé que la poesía es una canción, y la novela, un edificio. Un edificio que adentro puede tener una canción. Pensé que estaba a un clic de entenderlo todo. En la piscina, bajo el cielo todavía oscuro, no había nadie".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Otros comentarios
-
Esta en juego, más que lo que hoy somos, lo que debemos llegar a ser. Nuestro todo nos definirá y seremos (y somos) ese resultado final. Nue...
-
Se puede recordar el amor Komako. Esa manera misteriosa de sentir nostalgia aún estando en presencia del objeto que la motiva. Se lleva en ...
-
Seduce la simpleza de la narración. Recién (año 2005) lo descubrí entre los escritores "influencia" de la ganadora del premio nove...
-
Uno se encuentra a veces con libros que toman un pedazo de tiempo y lo congelan. Fotos necesarias y no tan sólo de hechos sino de sensacione...
-
En las raíces de este libro se encuentra la discusión sobre el estilo, la firma, y en definitiva la trascendencia como resultado final de l...
-
Existe un tema que corre como un rio subterraneo en este libro, bajo la superficie entretenida y simple. El autor juzgado por sus libros, el...
-
Así: una caminata por la mente Tres momentos, tres ritmos afinados como en un buen jazz; que suena aún de fondo, pausadamente, y que sonará ...
-
Presentación del libro en septiembre de 2011 Antes que nada quiero referirme brevemente y desde la emoción al homenaje de Andrés a su madr...
-
Reseña al libro “Lógicas vitales”, editorial Babilonia, 2018”, del Poeta colombiano Fabio Andrés Delgado Micán. Estos poemas deben se...
-
Presentación del libro: Aquello que desborda el pequeño continente. En Cauce de Camila Fadda hay poemas que logran contener “ese instant...