Presentación del libro en Octubre de 2013.
Me encontré, en medio de la lectura, con un libro de poemas de un amor furioso, con todo lo que trae el amor desmedido, arrebatado; con nostalgia, con un hambre extraña impregnada en cada verso; que es la carencia, el ansia de llenar, de satisfacerse. Toda nuestra hambre en el papel. Aquella que nos hace perder el temor a ser devorados, por devorar. Aquella que nos asemeja a todo lo existente.
"No soy más que mis hambres" dice María Jesús Camus. Y es que ellas nos definen. Son nuestro fin último, pero también nuestro principio. Porque somos lo que comemos, nuestra caza; y también somos lo que deseamos comer, lo que anhelamos.
Paul Valéry le otorga, en un artículo escrito a propósito de una disertación sobre su libro “El Cementerio Marino” y en relación al proceso de construcción de lo poético, un carácter divino al considerar el tiempo de creación de un poema, a toda esa reflexión eterna y centrada en el poema. Este libro esta lleno de reflexiones, de intentos por entender, de preguntas ante el asombro. Es como si la autora continuara preguntándose y transmitiera sus preguntas al lector como en una posta infinita. Me parece que las reflexiones dan vida a Hambres y lo sitúan como un primer libro potente.
Y en esto hay una búsqueda permanente por entender la realidad, captarla y aprenderla y a la vez juzgarla por su inaccesibilidad. Saber a ciencia cierta lo que es eso que algunos han llamado: la dura luz blanca. La realidad, lo verdadero.
También en estos poemas veo fondos (casi siempre preguntas) y formas (múltiples ritmos) que son intentos de ir cada vez más allá, de probar hasta donde se puede estirar, hasta donde podemos avanzar con el lenguaje.
Y todo cruzado por poemas de un amor a veces desgarrador. Cito:
El mundo te envidia
Porque te nombro antes que a él
Porque te enuncio sin paisajes
Y te invoco sin vestidos.
Porque prescindiendo de la noche, podrías ser la luna.
Porque sin lienzo ni pinceles, eres el alimento de los pájaros.
La autora lo confiesa. dice: Pues vive en mí una perversa pulsión romántica.
La búsqueda de la verdad. El lenguaje y su relación con el lenguaje. Formas diferentes interpelando al lector. Profundidades inabarcables, inaccesibles. Llamados inentendibles. Maldiciones, Adoraciones. Todo cabalgando. Lo eterno. La imagen perpetua. La muerte que habla de la vida. Y la pena. Y lo inexplicable. Y el dolor. Cito:
Mamá
Me voy a morir, mamá
Ya siento cómo muero
Se me mueren los dientes, mamá.
La mezcla de tanto amor y tanto dolor me sobrecoge. Hay ahí algo que define este libro y que corre por sus venas.
Pero también finalmente hay salvación y liberación, planteada como la posibilidad del regreso a la naturaleza, como la posibilidad de pasar más allá, de transgredir, de volver a lo natural. De “hundirse en la roca”. “Padres, Madres: Dejad que me enrede en los juncos del lago”, pide la autora. Y es que nuestra hambre es la que, como asegura un verso del libro "nos hermana con la creación". Son todas nuestras hambres una. Hay en estos poemas un llamado muy silencioso a la unidad. Quizá sea esa entrada en lo general lo que nos salvaría. El hundirnos y bañarnos en lo general; alejándonos del individualismo que nos mantiene en un estado de dolor y pena.
Cuando terminé Hambres, inmediatamente pensé y me puse a tratar de imaginar a grandes poetas chilenas con sus primeros libros en la mano. Pensé en Stella Díaz Varín, en Gabriela, en Teresa Calderón, en Alejandra del Rio, en Lila Díaz Calderón, en Camina Fadda; en toda las poetas de Chile el día en que se pasearon una mañana cualquiera, llena de sol, por la calle, con su primer libro en la mano. La magia del primer libro. Toda la pureza y la energía feroz en esas hojas, previas a la racionalidad excesiva y a las reglas y límites que nos van colocando los años y el intento. Es por esto que agradezco la posibilidad de sentir estos poemas que tienen esa energía inicial, ese aliento, ese sabor a principio que les da una fuerza única y reveladora. Porque se agradecen los poemas que en este libro, Hambres, se quedan adentro de uno, citando un verso de la autora, ¡tiritando de belleza!
Me encontré, en medio de la lectura, con un libro de poemas de un amor furioso, con todo lo que trae el amor desmedido, arrebatado; con nostalgia, con un hambre extraña impregnada en cada verso; que es la carencia, el ansia de llenar, de satisfacerse. Toda nuestra hambre en el papel. Aquella que nos hace perder el temor a ser devorados, por devorar. Aquella que nos asemeja a todo lo existente.
"No soy más que mis hambres" dice María Jesús Camus. Y es que ellas nos definen. Son nuestro fin último, pero también nuestro principio. Porque somos lo que comemos, nuestra caza; y también somos lo que deseamos comer, lo que anhelamos.
Paul Valéry le otorga, en un artículo escrito a propósito de una disertación sobre su libro “El Cementerio Marino” y en relación al proceso de construcción de lo poético, un carácter divino al considerar el tiempo de creación de un poema, a toda esa reflexión eterna y centrada en el poema. Este libro esta lleno de reflexiones, de intentos por entender, de preguntas ante el asombro. Es como si la autora continuara preguntándose y transmitiera sus preguntas al lector como en una posta infinita. Me parece que las reflexiones dan vida a Hambres y lo sitúan como un primer libro potente.
Y en esto hay una búsqueda permanente por entender la realidad, captarla y aprenderla y a la vez juzgarla por su inaccesibilidad. Saber a ciencia cierta lo que es eso que algunos han llamado: la dura luz blanca. La realidad, lo verdadero.
También en estos poemas veo fondos (casi siempre preguntas) y formas (múltiples ritmos) que son intentos de ir cada vez más allá, de probar hasta donde se puede estirar, hasta donde podemos avanzar con el lenguaje.
Y todo cruzado por poemas de un amor a veces desgarrador. Cito:
El mundo te envidia
Porque te nombro antes que a él
Porque te enuncio sin paisajes
Y te invoco sin vestidos.
Porque prescindiendo de la noche, podrías ser la luna.
Porque sin lienzo ni pinceles, eres el alimento de los pájaros.
La autora lo confiesa. dice: Pues vive en mí una perversa pulsión romántica.
La búsqueda de la verdad. El lenguaje y su relación con el lenguaje. Formas diferentes interpelando al lector. Profundidades inabarcables, inaccesibles. Llamados inentendibles. Maldiciones, Adoraciones. Todo cabalgando. Lo eterno. La imagen perpetua. La muerte que habla de la vida. Y la pena. Y lo inexplicable. Y el dolor. Cito:
Mamá
Me voy a morir, mamá
Ya siento cómo muero
Se me mueren los dientes, mamá.
La mezcla de tanto amor y tanto dolor me sobrecoge. Hay ahí algo que define este libro y que corre por sus venas.
Pero también finalmente hay salvación y liberación, planteada como la posibilidad del regreso a la naturaleza, como la posibilidad de pasar más allá, de transgredir, de volver a lo natural. De “hundirse en la roca”. “Padres, Madres: Dejad que me enrede en los juncos del lago”, pide la autora. Y es que nuestra hambre es la que, como asegura un verso del libro "nos hermana con la creación". Son todas nuestras hambres una. Hay en estos poemas un llamado muy silencioso a la unidad. Quizá sea esa entrada en lo general lo que nos salvaría. El hundirnos y bañarnos en lo general; alejándonos del individualismo que nos mantiene en un estado de dolor y pena.
Cuando terminé Hambres, inmediatamente pensé y me puse a tratar de imaginar a grandes poetas chilenas con sus primeros libros en la mano. Pensé en Stella Díaz Varín, en Gabriela, en Teresa Calderón, en Alejandra del Rio, en Lila Díaz Calderón, en Camina Fadda; en toda las poetas de Chile el día en que se pasearon una mañana cualquiera, llena de sol, por la calle, con su primer libro en la mano. La magia del primer libro. Toda la pureza y la energía feroz en esas hojas, previas a la racionalidad excesiva y a las reglas y límites que nos van colocando los años y el intento. Es por esto que agradezco la posibilidad de sentir estos poemas que tienen esa energía inicial, ese aliento, ese sabor a principio que les da una fuerza única y reveladora. Porque se agradecen los poemas que en este libro, Hambres, se quedan adentro de uno, citando un verso de la autora, ¡tiritando de belleza!