martes, enero 01, 2008

Madre que estás en los cielos, Pablo Simonetti

A veces fue como trotar sobre la arena seca. O Simonetti imita muy bien el inexperto narrar de una mujer mayor a punto de morir o simplemente no es dueño de una pluma armoniosa y me quedan grande las quince ediciones de este libro. Sentí, otras veces, que estaba leyendo una traducción. Y quizá traducido sea un libro mil veces mejor. Hay trama, hay criterio, dan ganas de saber lo que viene e incluso tiene ese vacío o vertigo - fruto del roce con el sentido o sin sentido de los personajes y su vida - que tienen las grandes obras; pero cuesta seguir ese ritmo de cortes en seco que insita a reparar mentalmente la lectura. 
Quisiera leer algo más de Simonetti para saber bien si es intencional todo esto, para no confirmar que en Chile se compra más para regalar - basándose en el ranking de la semana - y que todo libro parece quedar, apenas registrado por el cumpleañero, en un estante olvidado de la casa.
 

Me molesta el hijo homosexual forzado. No es necesario, en toda la novela. Me quedo con las historias escondidas, con la visión de los hombres-padres. Con esa fascinante descripción de la capacidad de la mujer chilena de entregar su vida a mentiras que la salvan de ser protagonista.
"Estaba hecha, como mi hermano o como mi madre, para ver la vida desde una ventana, y sólo Alberto, con esta recién descubierta habilidad para dar luces y sombras, consiguió incorporarme al flujo de los acontecimientos, ocultando aquellos aspectos crueles que me hubiesen paralizado. Quizás llegó a pensar:"Es preferible que mi negra tenga media vida a que no tenga ninguna".

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