Presentación del libro en septiembre de 2011
Antes que nada quiero  referirme brevemente y desde 
la emoción al homenaje de Andrés a su madre, que  es la publicación de 
este libro Poemas/ Pjesme de RIL Editores y que me  parece es 
un gesto de amor difícil de igualar, que habla acerca de quien es  
Andrés Morales, de su nobleza. Este libro es un diálogo único, un 
encuentro  espiritual a través de la poesía, que se materializa en 
versos y en un canto  común. Sólo puedo decir acerca de este gesto que 
quisiera entregar algún día un  homenaje de esta magnitud, con este 
alcance, para retratar y dar a conocer mi  cercanía con alguien, mi 
lenguaje común; nuestra poesía.
Respecto  a la Antología   Breve de Andrés Morales de Mago Editores.
Existen  poetas, músicos, pintores, que 
ciertamente tienen como objetivo y además la  capacidad de transformar 
nuestra percepción de la realidad, sumándonos a su  propio asombro e 
intensificando nuestras sensaciones, sentimientos, estados de  ánimo. Y 
en un segundo somos por decirlo de alguna manera "modificados por  la 
obra" y adquirimos la posibilidad de ver cosas que antes no veíamos, de 
 recordar cosas olvidadas, de sentir incluso (si es que antes hemos 
perdido ese  capacidad). La intención primera aquí del poeta, es cambiar
 al sujeto,  modificar su estado de conciencia, remecerlo. 
Otro  poetas, en cambio, parecen tener un 
objetivo distinto. Y entonces además de lo  anterior o a veces en vez de
 lo anterior, tienen como objetivo el crear nuevas  realidades y son 
capaces de ello. Y ahora es la "gran obra" la que se  transforma. Este 
propósito personalmente me parece mucho más difícil que el  primero, sin
 desmerecer las dificultades que tiene el primer intento. Pero  crear 
una nueva realidad y sólo entonces, abrir un ventana intrusa a través de
  poemas, y permitir que el lector vea un mundo personal y siempre por 
supuesto  misterioso, para mi es un intento mayor y a la vez menos 
reconocido en el corto  plazo.
Andrés  Morales a través de su obra, que se 
reduce aquí en esta antología breve, abre  una ventana hacia una 
realidad personal y regala ese universo al lector.
Comencemos  diciendo que una mirada nueva nos
 transforma siempre en extranjeros, he  intentamos entonces adecuarnos 
(como si miráramos de pronto el sol de frente  entre los árboles), y 
buscamos entender los símbolos, codificar las señales,  sentirnos 
cómodos lo más rápido posible. Lo que pasa por empatizar con el  
ambiente, por sentir que comprendemos finalmente quienes somos, donde 
estamos;  ser y tiempo.
Encuentro  en los versos de Andrés una 
preocupación absoluta acerca del lenguaje y desde  el lenguaje. Y a 
través de su canto converso con Humberto Díaz Casanueva, con  Anguita, 
encuentro a Borges, Rojas, Huidobro. Descubro a Lorca.
Pablo Neruda, aprovechando que  estamos en su
 casa, en su discurso para recibir el premio Nobel de literatura,  dice 
dos cosas que de pronto me parecieron que tenían directa relación con 
esta  antología, con la poesía y con el poeta Andrés Morales y que eran 
por lo tanto  importantes de mencionar porque entran directo en el tema 
del ser, que me  parece es una de las grandes búsquedas de esta poesía.
La primera frase: Todos los  caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos.
El  canto de Andrés es, para mi, un tanto 
oculto, difícil de descifrar, pero a las  vez cierto; como el grillar de
 un grillo en una noche sin luna. Un son  metálico, rítmico; certero y 
triste también, pero de una tristeza imposible de  traducir, imposible 
de abarcar.
En estos poemas se visita un  mundo en donde 
el tiempo es algo difuso, como una neblina en la carretera del  
cualquier poema y Dios, Dios parece haber creado este mundo detenido con
  algunas copas de más. En los poemas de Andrés Morales Dios duerme,  
probablemente una vieja resaca, una joven desidia.
Con un vocabulario terrenal  más que 
abstracto, Andrés Morales se enfrenta al radical problema de la soledad 
 del ser, de esa soledad terrible frente al paso del tiempo. En estas 
hojas la  naturaleza y los objetos se desordenan y desconciertan y se 
transforman en  múltiples voces que presienten, que niegan o abandonan, 
provocando el ambiente  del canto.
Y  entonces Andrés, te pregunto: ¿Qué sabor 
inexacto de comedia llevas puesto como  un O'Neill eterno, detenido en 
el tiempo?¿Qué búsqueda reciente en tus poemas,  como comenzando 
siempre, con el peso duro de una cosmología cristiana que marca  ciertas
 profundas interrogantes, presente en imágenes y en una virtud un tanto 
 a destiempo? Y todo rodeado por varias botellas que hablan de soledad, 
de un  descorchar triste, sin la fiesta detrás, sin los amigos.
Pero  ¿cómo comunicar lo que somos si estamos en el proceso de crearlo, si estamos  construyendo recién nuestro fantasma?
Y aquí  la frase dos de Neruda: Nosotros mismos vamos creando los fantasmas de nuestra  propia mitificación.
Y en  esto quiero detenerme un segundo, 
porque Andrés es un personaje singular, todo  en él parece ser poesía. 
Todo su ser parece estar enfocado en esta tarea. Y  entonces en su caso 
si, me parece, es necesario mencionarlo para poder entender  su obra, 
porque existe una relación muy potente entre su personaje, toda una  
suerte de anécdotas que el guarda y comparte y la construcción del poeta
 Andrés  Morales. Un poeta prolífero, serio y dedicado a trabajar la 
palabra y a la vez  lleno que vida poética, de relaciones y nexos con el
 mundo de la poesía. Andrés  parece estar creando los fantasmas de su 
propia mitificación de forma natural.
Finalmente,  quiero hacer mención al tema del tiempo, que me parece es la segunda gran  búsqueda de esta poesía.
Andrés  dijo hace poco, en una ocasión en que estaba rodeado con gente que me parece  que el quería mucho. Les dijo: Todos estamos detenidos en el tiempo. Lo
  sorprendente para mi fue que, por la forma en que lo dijo, parecía 
creerlo  firmemente. Y entonces de pronto sólo se podía descifrar ese 
instante desde un  estado quieto, desde un punto fijo, desde lo que en 
algún momento yo he llamado  en mi propia poesía: una pausa pura. Desde 
esa mirada (o inquietud) yo me  siento muy cercano a la búsqueda de 
Andrés y valoro su ejercicio, su intento  serio y profundo a través de 
todo su ser, ocupando todo su tiempo en hacer  visible eso que algunos 
llaman la intuición absoluta.
jueves, septiembre 15, 2011
domingo, enero 30, 2011
El Abanico de Seda de Lisa See
La vida ofrece suaves senderos y caminos pedregosos, compañeros de viaje y noches de soledad. Todo para que en algún punto del camino, una tarde, nos demos cuenta que no teníamos toda la información, que nunca somos el todo que creemos ser, el lado real del espejo. Entonces pasa a ser un privilegio el poder mirar serenos desde nuestra esquina el día a día, entendiendo que el otro mira desde la suya y que al final jamás podremos conocer (sin pasar a llevar o trasgredir) sus reales motivaciones, sus sufrimientos ocultos; las totales complejidades de quienes se presentan antes nosotros.
Abanico de Seda permite además, y no sólo ese es su encanto, que uno entre en la cultura China de los pies pequeños, en los dolores, en la conformación y fragilidad de miles de mujeres; en el lenguaje oculto del azar y de las posibilidades en la vida, en las claves del nu shu que permitía a las mujeres escribirse a la distancia y dejar un registro, una huella de sus exteriormente insignificantes vidas.
(Aunque como es descrito este lenguaje femenino secreto, el nu shu, me parece que apenas les puede haber servido, porque no podían ocultarlo a su vez de las mujeres mayores, que muchas veces fueron los reales verdugos de las más jóvenes. Imagino que cada generación debe haber introducido pequeñas modificaciones, claves para que el lenguaje siguiera siendo realmente secreto.)
Se trata de un libro enorme en temas e imágenes, porque muestra en todo su esplendor una cultura que nos puede parecer a ratos imposible, un cuento cruel. Y el relato a su vez se hace cargo del destino, de la madurez (en el sentido de adultez sumada a sabiduría adquirida) que permitía esa forma de vida y se refiere al mismo tiempo al amor impuesto y a veces posible; grabando finalmente en la memoria del lector fotos bellísimas de la cultura China, inmensas escenas que muestran todo el mundo interno sobre el que se afirmó por más de dos milenios esa visión de la realidad que fue la de los pies vendados.
- No puedes oponerte a tu destino -observé-. Estamos predestinados.
- Eso dice mi madre. Sólo me desataba para obligarme a caminar hasta que se me rompieran los huesos y para que pudiera utilizar el orinal. Yo no dejaba de mirar por la celosía. Observaba a los pájaros que pasaban volando. Seguía la trayectoria de las nubes que viajaban por el cielo. Contemplaba la luna y la veía crecer y menguar.
Abanico de Seda permite además, y no sólo ese es su encanto, que uno entre en la cultura China de los pies pequeños, en los dolores, en la conformación y fragilidad de miles de mujeres; en el lenguaje oculto del azar y de las posibilidades en la vida, en las claves del nu shu que permitía a las mujeres escribirse a la distancia y dejar un registro, una huella de sus exteriormente insignificantes vidas.
(Aunque como es descrito este lenguaje femenino secreto, el nu shu, me parece que apenas les puede haber servido, porque no podían ocultarlo a su vez de las mujeres mayores, que muchas veces fueron los reales verdugos de las más jóvenes. Imagino que cada generación debe haber introducido pequeñas modificaciones, claves para que el lenguaje siguiera siendo realmente secreto.)
Se trata de un libro enorme en temas e imágenes, porque muestra en todo su esplendor una cultura que nos puede parecer a ratos imposible, un cuento cruel. Y el relato a su vez se hace cargo del destino, de la madurez (en el sentido de adultez sumada a sabiduría adquirida) que permitía esa forma de vida y se refiere al mismo tiempo al amor impuesto y a veces posible; grabando finalmente en la memoria del lector fotos bellísimas de la cultura China, inmensas escenas que muestran todo el mundo interno sobre el que se afirmó por más de dos milenios esa visión de la realidad que fue la de los pies vendados.
- No puedes oponerte a tu destino -observé-. Estamos predestinados.
- Eso dice mi madre. Sólo me desataba para obligarme a caminar hasta que se me rompieran los huesos y para que pudiera utilizar el orinal. Yo no dejaba de mirar por la celosía. Observaba a los pájaros que pasaban volando. Seguía la trayectoria de las nubes que viajaban por el cielo. Contemplaba la luna y la veía crecer y menguar.
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